Antes de que mi hijo comenzase su primer año en el aula de 2 años nos indicaron a los padres que los niños debían llevar 2 batas. Por aquél entonces yo ya tenía el taller, pero me dedicaba a moda hombre-mujer y daba clases de corte y confección.

El caso es que, por falta de tiempo, acabé comprando unas batas horribles (y muy baratas) en una gran superficie. La calidad era pésima y me duraron muy poco. Las manchas no se lavaban jamás, siempre estaban sucias y parecían batas heredadas que habían tenido ya varios dueños antes que mi hijo. En poco tiempo se quedaron tan feas que me daba apuro y hasta vergüenza que las llevara así.

Entonces decidí buscar proveedores de tejidos vichy e infantiles y le diseñé y confeccioné dos batas superchulas. Estas sí que se lavaban genial, no se arrugaban, por lo que no había que plancharlas, y eran preciosas. A mi hijo le encantaban, iba feliz y guapísimo al cole.

Por aquel entonces no había tantas redes sociales, las páginas web eran escasas y, desde luego, la gente no buscaba tanto por internet como ahora, pero en mi web del taller tenía un blog y se me ocurrió subir unas fotos de las batas de mi hijo. Y… ¡BOOM! Ese fue el detonante, empecé a recibir llamadas preguntándome por ellas y, ¡me hacían pedidos!

Una de las profesoras del colegio de mi hijo me encargó una bata y me dijo que no había nada parecido animándome a que hiciera un catálogo porque veía que tenía mucho mercado ahí.

Pues dicho y hecho, al año siguiente decidí hacer una colección de batas e incluir las de niña también. Poco a poco empezaba a tener pedidos en temporada, hasta que fueron tantos que dejé de lado todas las demás colecciones y decidí dedicar todo mi esfuerzo, cariño y experiencia a las batas escolares. ¿Cómo te quedas? Menuda historia, ¿no?